Slide 1
Slide
previous arrowprevious arrow
next arrownext arrow

RINGO

Ringo tenía un hogar, un tutor que lo amaba y cuidaba. Pero un día, su mundo se vino abajo. Su tutor falleció inesperadamente, dejándolo solo, atrapado en una casa vacía. Ringo sufrió hambre, miedo y soledad, sin entender por qué su vida había cambiado de manera tan drástica.

Afortunadamente, su historia no terminó ahí. La Unidad de Bienestar Animal (UBA) lo rescató, brindándole la atención veterinaria y el apoyo emocional que tanto necesitaba. Luego de recuperarse, su vida dio un giro inesperado: una pareja de emprendedores turísticos, dueños de una hostería en Tumbaco, lo adoptó. Hoy, Ringo no solo recibe el amor de Roxana y su familia, sino que también se ha convertido en el anfitrión de la hostería, donde da la bienvenida a los turistas con su energía y cariño. Su historia es un recordatorio de que, incluso después de una pérdida, siempre hay una nueva oportunidad de ser amado.

AMELIA Y EMILIO

Cuando Amelia y Emilio fueron encontrados, estaban solos, vulnerables y sin esperanza. Dos pequeños gatitos que habían aprendido a sobrevivir en las calles, enfrentando el frío y el hambre. Su destino cambió cuando fueron llevados a una jornada de adopción organizada por la UBA en la Secretaría de Salud.

Ese día, Marcela los vio y supo que no podía dejarlos atrás. Junto a su esposo Jan y su pequeño hijo Martín, decidieron darles una nueva oportunidad. Hoy, Amelia y Emilio no solo tienen un hogar, sino una familia que los adora. Han pasado de la incertidumbre de la calle a dormir en el calor de una casa, disfrutando de la calidez y seguridad que antes no conocían.

CHAVELO

Chavelo fue encontrado deambulando por las calles del norte de Quito. Tenía solo un año de edad, pero su corta vida ya había estado marcada por el abandono. Logró encontrar un hogar temporal, pero pasaba en una terraza.

Todo cambió cuando Silvia conoció su historia. Decidió abrirle las puertas de su hogar y darle la vida que siempre mereció. Desde enero, Chavelo ya no es un perro solitario en una terraza, sino un miembro más de la familia. Ahora disfruta de largos paseos, duerme en una cama cálida y comparte momentos llenos de amor con su nueva familia.

MÍA

El abandono dejó cicatrices en Mía, pero también en Maritza. La perrita había sido dejada a su suerte en un patio en Llano Chico, ignorada por quienes alguna vez la llamaron suya. Maritza, por otro lado, luchaba cada día contra el dolor causado por la fibromialgia y la artritis reumatoide.

Cuando la UBA rescató a Mía y difundió su historia, Maritza sintió una conexión inmediata. Decidió adoptarla y, desde entonces, ambas han sido compañeras inseparables. Mía no solo encontró un hogar, sino que también se convirtió en un apoyo emocional invaluable para Maritza, acompañándola en los momentos más difíciles y brindándole consuelo con su amor incondicional.

HOMERO

Homero pasó tanto tiempo encerrado en una fábrica de ladrillos que su pelaje tomó el color de su entorno. Vivía entre el polvo y la soledad, sin conocer el calor de un hogar ni el cariño de una familia.

Cuando la UBA lo rescató, su historia conmovió a Javier y su familia que decidió adoptarlo. Para ellos, su color no era un símbolo de su pasado, sino una parte hermosa de su identidad. Hoy, Homero vive rodeado de amor, demostrando que, sin importar de dónde vengamos, siempre hay alguien dispuesto a aceptarnos tal como somos.